Educación después de la pandemia: cambios y consecuencias irreversibles
La humanidad ha aprendido a modificar su rumbo, sobre todo después de un desastre; tras un año y medio de iniciada la pandemia -que lleva miles de víctimas, incalculables pérdidas económicas y terribles consecuencias sociales-, ahora vendrá un obligado proceso de cambio, queramos o no.
El mundo se está transformando de forma irreversible. El cambio en el que estamos inmersos es más profundo de lo que cualquiera de nosotros podría imaginar. Nos dirigimos hacia un nuevo modelo de sociedad, esta sociedad global e interconectada, en la que las viejas instituciones, las viejas estructuras, las empresas con las que crecimos, se están quedando obsoletas.
Nos resistimos al cambio y hoy estamos enfrentando la crisis de la indefinición pero en ningún momento dudamos que tendríamos que enfrentar nuestra propia transformación; el problema es que no sabemos cómo, porque no hay una guía, un modelo, o un ejemplo que nos convenza. El Covid también endureció la piel… y las ganas.
Esta pandemia y su crisis nos ha hecho daño y cuesta mucho desprenderse de lo que uno ha logrado en la vida, sobre todo lastima perder a los seres que amamos.
El ser humano se asusta de los retos y hoy el reto es que, para seguir siendo, tenemos que dejar de ser. El retruécano es lo de menos: lo más valioso es eso: dejar de ser, para volver a ser. Ahora nos toca un crecimiento con responsabilidad, crecer con intensidad, pero sobre todo con certidumbre.
Y ya en infinidad de foros, en todo el mundo, se ha hablado de las consecuencias económicas, sociales o de salud pero no de la educación. ¿Por qué se debate de todo menos de la educación como uno de los sectores más afectados por la pandemia? Nos estamos olvidando de esta parte, una de las más valiosas de cualquier nación.
Solo un dato: dos de cada tres alumnos no son capaces de leer un texto como lo debiera hacer en su nivel. Ni es una sentencia simplista y mucho menos fatalista. Es una realidad que, hoy, se está asomando cada vez con mayor crueldad en lo que se consideran ya los impactos que tendrá la ausencia de alumnos en las aulas.
¿Y por qué adelantarnos a un panorama que aún no se puede medir? Ojo: las consecuencias que habrá en eficiencia terminal y aprovechamiento escolar, se verán no mañana ni el fin de este semestre, sino en el primer cohorte que tengamos al final de cada ciclo.
Simple: la enorme cantidad de gente en México no tiene conectividad, ese es el primer problema. Los maestros han hecho un esfuerzo titánico para salvar el ciclo escolar, pero en la mayoría de los casos los dejamos desarmados, porque por sus propios medios, intentaron llegar al máximo de sus alumnos. Los maestros y las maestras utilizaron su internet, su cuenta personal de celular y hasta debieron, muchos de ellos, hacer contratos individuales en plataformas virtuales para dar clases. Mérito a quien honor merece.
Hicimos que la educación en México se definiera por una política napoleónica: así se hacen las cosas en todo el país y punto. Pero jamás pensamos que no todos los estudiantes, de todos los niveles, cuentan con una computadora, una tableta o teléfono celular con saldo para recibir clases.
Nos quedamos, como siempre pasa en México, rezagados hasta en eso, porque se da una instrucción y a ver cómo le hacen todos para que las cosas resulten. Necesitamos aprender de otros países, de verdad, aprender, pero no dentro de cinco años, si no hoy mismo, en este instante en que aún podemos visualizar posibles escenarios en el corto y mediano plazos y no empezar a aprender cuando las consecuencias sean irreparables.
Pero no estamos, insisto, en México, debatiendo el tema de educación. Centramos todos nuestros ánimos, esfuerzos y recursos en lo relativo a la salud que, aclaro, es prioritario, pero nos hemos olvidado de lo que va a pasar muy pronto, cuando la educación esté en crisis.
Tenemos una cultura en donde en muchos territorios mexicanos la educación no se discute. Hay regiones en que la gente se ha adaptado a la modalidad de educación a distancia, porque tiene infraestructura pero ¿y el resto?. ¿Qué pasa con aquellos niños que jamás podrían tener ni conectividad ni equipo para estudiar?
Quizá fue muy fácil cerrar las escuelas por la pandemia, pero el reto es abrirlas, porque implica logística, organización, condiciones de salud. ¿Hacia dónde va la educación en México después de la pandemia? La transformación es irreversible, pero… ¿ya estamos pensando en cómo hacerlo?
Todos los días, más de un millón de personas se mueve hacia las escuelas en el estado de Chihuahua, ya sean estudiantes -de todos los niveles-, personal docente y administrativo de los centros escolares y padres de familia. Estamos hablando de poco menos de un tercio de la población.
Sin embargo, provoca un enorme desaliento saber que existen comunidades, esencialmente en la sierra Tarahumara, donde la conectividad es nula lo que, según estimaciones conservadoras, está dejando sin clases virtuales al menos al 10 por ciento de la población de educación básica.
¿Y qué sucede con el resto de la población estudiantil? ¿Qué ocurrió este año y medio con aquellos estudiantes, desde preescolar hasta universitarios, que utilizaron los recursos tecnológicos para asistir a clases virtuales?
De acuerdo a varios especialistas en psicopedagogía, podremos ver las consecuencias, en el siguiente cohorte, de simulaciones, clases incompletas, nulas prácticas de laboratorios, tecnología o servicio social, en el caso de los universitarios, lo que advierte un panorama de alto riesgo en el rendimiento escolar.
Insisto: las consecuencias pueden ser irreversibles, si no asumimos con tiempo las correcciones pertinentes. El problema es que, de ser la educación una prioridad, la hemos enviado al sótano de nuestra agenda. Al tiempo.
Autor: José Luis García