Educación superior, pandemia y guerra mundial z, la transformación educativa

Universidad Autónoma de Chihuahua. Facultad de Filosofía y Letras. Rúa de las Humanidades s/n Campus Universitario I. Chihuahua, Chih. México. Correo electrónico: ipicazo@uach.mx

El ser humano está en constante cambio y adaptación, esta capacidad es y ha sido una condición indispensable para su sobrevivencia en el devenir histórico evolutivo desde tiempos ancestrales. En nuestra era, a partir de la pandemia global por la enfermedad Covid-19, esta característica adaptativa del hombre se evidenció en el ámbito laboral, educación, comercio, esparcimiento y prácticamente todas las actividades humanas.

Se dice que la humanidad avanzó en solo un año de pandemia el equivalente a 10 años de actualización tecnológica y alfabetización informacional. Seguramente muchos de nosotros encontramos la manera de continuar con nuestras vidas respetando el confinamiento obligatorio y reduciendo la movilidad por disposición de las autoridades. Aprendimos a utilizar las herramientas tecnológicas para hacer compras y pagos a distancia, y el home office se volvió un tema cotidiano. Muchos de estos cambios quedarán de forma permanente en gran parte de la población. Estamos en la antesala de un cambio de paradigma en nuestra forma de estudiar y trabajar. Ya no volveremos a ser como en los tiempos pre pandémicos.

En el aspecto laboral, por ejemplo, la productividad de los trabajadores fue valorada sin importar su presencia física. Eventualmente ya no importará mucho el nivel educativo que los profesionistas puedan tener, sino su competencia, la capacidad para desempeñar de buena forma alguna actividad, el alcance de objetivos y medición satisfactoria de indicadores clave de desempeño. Los talentos están disponibles en todos lados, nuestros jóvenes tendrán que competir con otros profesionistas a nivel global y demostrar su capacidad con resultados. La productividad, medida en la eficiencia en la aplicación de recursos para lograr un fin, es el culmen en la era de la información y el conocimiento.

En el ámbito educativo, la pandemia también tuvo un fuerte impacto. De acuerdo con la Unesco, para abril del año 2020, 185 países tuvieron que detener las actividades escolares, afectando a 1,542,412,000 estudiantes, lo cual representa al 89.4% del total mundial (Unesco, 2020). En América Latina y el Caribe, el cierre por la Covid-19 afectó a 23.4 millones de estudiantes y 1.4 millones de profesores de instituciones de educación superior, es decir, el 98% de alumnos y maestros de la región.

Una vez comprobada la naturaleza permanente de la enfermedad, países, organizaciones e instituciones educativas dirigieron sus esfuerzos en continuar con la educación a distancia. Las instituciones de educación superior enfrentaron el enorme reto de seguir operando ante esta nueva realidad, adaptando los aspectos pedagógicos de la educación virtual con la infraestructura tecnológica disponible (Contreras et al., 2021). Nos quedamos en casa para continuar formándonos, no importando si, como maestro o estudiante, tenías o no experiencia utilizando plataformas educativas y herramientas de comunicación. Así, de buenas a primeras tuvimos que adaptarnos a esta nueva realidad. Aprendimos lo fundamental para continuar con nuestras actividades, y esta experiencia nos habilitó para utilizar la tecnología a nuestro favor.

De forma repentina y sin previo aviso, profesores y estudiantes evolucionamos en nuestra forma de trabajar, pasando de un modelo tradicional presencial a uno basado en clases a distancia apoyado en plataformas educativas y modelos de enseñanza no convencionales, adaptados en tiempo récord para poder sobrevivir y seguir operando.

Transformaciones significativas como la que estamos viviendo por la pandemia ponen en evidencia la importancia de las capacidades de los profesionistas en el ámbito laboral, aunado a las cada vez más altas exigencias de su desarrollo personal y profesional (Castells, 2009). La situación se volvió más compleja y requiere afrontar nuevos desafíos con personas más competentes y preparadas.

A partir de los desafíos que tuvo que afrontar para continuar con su misión, es evidente que la universidad como institución debe redoblar sus esfuerzos por transitar de un modelo enciclopédico de mera transmisión de información a otro que capacite a individuos para afrontar la creciente complejidad de los fenómenos sociales y resolverlos con un enfoque sistémico, tal como lo demanda la situación actual. En resumen, el desarrollo de competencias.

En este escenario, resurge entonces la importancia del desarrollo de competencias en los estudiantes de educación superior. Por Delors (1996) reconocemos las tres dimensiones básicas de las competencias: Conocimientos (Saber), Habilidades (Saber hacer) y Actitudes (Saber ser) a partir de las cuales el sujeto resuelve un problema apoyándose en una clara comprensión de las situaciones, donde el saber-qué-hacer, implica actuar eficazmente ante escenarios imprevistos con acciones de contención, negociación y toma de decisiones (Picazo et al., 2018).

A pesar de la desgracia que representa la pandemia a nivel global, podemos rescatar aspectos positivos de la situación. En cada crisis tenemos una oportunidad de crecer y este es el caso, pues ahora la humanidad estará más preparada para afrontar el futuro, seremos más cuidadosos y tomaremos más en serio una amenaza de este tipo cuando se presente. La situación nos ha llevado a una revisión de prioridades como sociedad, donde es indispensable poner en el centro de la atención a la prevención de riesgos y desastres.

Como país deberíamos aprender de esta lección, dada la estrategia fallida en el combate a esta enfermedad dado que en los momentos más críticos de este proceso fuimos señalados como el peor lugar para vivir en tiempos de pandemia. Mientras en nuestro país, por ejemplo, el presidente pedía que saliéramos de nuestra casa y nos abrazáramos, otros países, como Israel, donde por estos días ya han regresado a la normalidad, tuvieron una sorprendente respuesta con programas de prevención, atención y un agresivo plan de vacunación desde el momento en que estuvieron disponibles.

La actitud del pueblo israelí no es algo nuevo, muchas fuentes documentan la capacidad proactiva y de reacción de este país. Como un ejemplo, en la película “Guerra mundial Z”, a Gerry Lane (Brad Pitt) un especialista de las Naciones Unidas le resulta particularmente extraño que el gobierno israelí haya construido una muralla a partir de un comunicado de la existencia de zombis, lo que implicaba que este país podría haber tenido conocimiento previo del fenómeno. La respuesta de un funcionario fue que aplicaron la táctica del “décimo hombre”, según la cual, cuando nueve personas están de acuerdo en algo, la décima persona debe defender la idea contraria, incluso si no está de acuerdo con ella, para estar preparados ante una eventualidad o evento, por más improbable que parezca.

Según el guion, esa forma de actuar del pueblo israelí tuvo que ser desarrollada para defenderse, luego de tragedias históricas sufridas, como el Holocausto, la masacre de Múnich, donde once deportistas del equipo olímpico israelí fueron asesinados, así como la crisis de guerrillas que desencadenó la guerra contra Egipto. Guardadas las proporciones con el filme, la pandemia fue por la Covid-19 representó otra tragedia en donde la experiencia de este pueblo le ha permitido sortear hasta ahora con mayor éxito la situación que la mayoría de los países del mundo.

De eso se trata la nueva realidad en la formación en las universidades, estas experiencias nos han enseñado que el estudiante de educación superior tendrá, ahora más que nunca, la necesidad de desarrollar un pensamiento complejo que le permita alejarse de una visión limitada y aprender a abordar los problemas desde una perspectiva sistémica. El estudiante, además de profundizar en el sentido de su vida para reconocer su condición humana, debe hacer nuevos cuestionamientos sobre la relación con otros seres vivos, replantear su ética de vida y algo indispensable: aprender a enfrentar la adversidad (Borroto López, 2015).

El nuevo profesionista post pandémico deberá cuestionar continuamente el statu quo y contrastar el conocimiento aceptado con argumentos opuestos. Explorar diferentes perspectivas de una situación le ayudará a tomar mejores decisiones, prevenir incidentes y estar preparado ante posibles contingencias.

El balance de formación en la universidad sería entregar a la sociedad a una persona dotada de herramientas reflexión y crítica, capaz de emitir un juicio originado en su propio discernimiento, y apto para resolver situaciones complejas por su alto grado de incertidumbre. De ser necesario, jugar el rol del “décimo hombre” aunque a veces pueda ser catalogado como el abogado del diablo. Esta actitud puede ser una práctica sana para combatir el letargo de la cotidianeidad cuando se deben tomar decisiones importantes.

Autor:David Picazo

Referencias bibliografías
Borroto López, L. T. (2015). Conocimiento, pensamiento complejo y universidad. Revista Cubana de Educación Superior, 34(2), 28-33.
Castells, M. (2009). Comunicación y Poder. Alianza (Vol. 33). https://doi.org/10.1073/pnas.0703993104
Contreras, C. P., Picazo, D., Cordero-Hidalgo, A., Chaparro-Medina, P. M. (2021). Challenges of Virtual Education during the COVID-19 Pandemic: Experiences of Mexican University Professors and Students. International Journal of Learning, Teaching and Educational Research, 20(3), 188-204.
Delors, J. (1996). La educación encierra un tesoro: informe a la UNESCO de la Comision Internacional sobre la educación para el siglo XXI. París: UNESCO.
Picazo, D., Contreras, C., Pérez Piñón, D., & Pérez Piñón, M. (2019). Competencias y pensamiento complejo en estudiantes de programas de posgrado. TECNOCIENCIA Chihuahua, 12(1), 1-11. https://148.229.0.27/index.php/tecnociencia/article/view/126
Unesco. (2020). COVID-19 y educación superior: De los efectos inmediatos al día después. En Unesco. http://www.iesalc.unesco.org/wp-content/uploads/2020/04/COVID-19-060420-ES-2.pdf

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